Cuando se
dice que las niñas son muy apegadas a sus padres se suele tener mucha razón. En
mi caso, además de paradigma e inspiración, mi progenitor era para mi un
magnífico compañero de juegos y un verdadero camarada. Con él compartía muchas
aficiones como el gusto por el cine y la lectura y también disfrutábamos convertir
en dramatizado humorístico, o hasta en canciones, cualquier episodio de la vida
cotidiana.
Desde
pequeña descubrí la bis cómica de mi padre y aprendí a convivir con ella. Así
se manifestó cuando, siendo aún muy chica, solía saludar a una pareja de
novios adolescentes que pasaban por mi casa. La joven enamorada, llamada
Jorgelina, vivía en mi calle y no sé por qué se despertó en mi la curiosidad
por saber el nombre de su galán.
Ni corta ni
perezosa fui a preguntar a la persona que para mi conocía todas las respuestas
del mundo: mi padre. - Papi… ¿cómo se llama el novio de Lolelina?- inquirí en
mi jerga de solo tres años.
Mi padre,
atareado en la mesa del comedor con labores de su profesión de economista, hizo
un gesto de desconocimiento, pero yo insistía - Papiiiiiii ¿dime chico, cómo se
llama el novio de Lolelina? Imitando mi lenguaje imperfecto, y a sabiendas de
que sería en vano explicarme que él no
tenía por qué saber el nombre de un muchacho desconocido, optó por darme una
respuesta que en ese momento me dejó complacida - El novio de Lolelina se llama
Lolelino.
Aparentemente
la información me satisfizo y mi papá aliviado pudo continuar trabajando. Pero,
el cuento no acaba ahí… días más tarde vino a mi casa la señora Sofía, madre de
la nombrada Jorgelina. El motivo de la visita era conocer a mi hermanita
recién nacida.
Entre los
sorbos del tradicional aliña¨o y los típicos comentarios del momento, se escuchaba mi voz que
reclamaba la atención de la visitante ¡¡¡¡¡Chofía, Chofía!!!!! – gritaba yo –
mientras tiraba de su falda… Cuando por fin me atendió pude decirle muy
contenta - Mi papá, que es tan simpático, dice que el novio de Lolelina se
llama Lolelino.
La señora
un tanto lacónica, y no sin antes mirar a mi padre, contestó - No mi amor, se
llama Carlos. Y cuentan los adultos que, aunque el hecho no trascendió pues la
amistad con Sofía siguió intacta, mi ocurrente papá no la pasó para nada bien
en ese trance.