martes, 8 de diciembre de 2015

Por un pelín



Mi hijo transita por los años de la adolescencia y, ante cada desafío educativo que -cual gigante- se planta a menudo delante de mí, suelo refugiarme en el recuerdo tierno de algunas anécdotas divertidas protagonizadas por mi unigénito en un pasado todavía reciente.
Una de ellas tiene que ver con la enseñanza de la historia. Resulta que llegó a su escuela una de las llamadas visitas de la nacional o del nivel central, como también jocosamente se nombra en provincias a las inspecciones de las instancias habaneras de cualquier sector.
La comitiva evaluadora se presentó en el aula de segundo grado de mi niño y entregó papelitos para una sencilla comprobación. Verificarían algunos conocimientos básicos de los pequeños en torno a héroes de la patria, toda vez que en el primer ciclo de primaria aún no se imparte la asignatura de Historia de Cuba.
Concretamente los estudiantes debían escribir dos oraciones sobre el Che. Los alumnos pusieron manos a la obra y en medio del silencio mi hijo levantó la mano y desinhibido, como era en esa época, preguntó:
-      Maestra ¿cómo se escribe pollo?
Su profesora, robusta docente de más de treinta años de experiencia, picada por la curiosidad y evidentemente un tanto molesta le espetó en voz alta:
-      Pollo se escribe con doble L… pero, a ver Eduardo, léeme ahí tu oración ¿se puede saber que estás poniendo sobre pollo en algo acerca del Che?
Ni corto ni perezoso el interpelado leyó:
-      El Che peleó valientemente en el Combate de Pollito.
La maestra rio estrepitosamente. Al instante había comprendido lo que sucedía y de inmediato lo explicó a la visita. La semana anterior se había hablado en el matutino del combate de Alegría de Pío. Entonces la carcajada fue general.
Los educadores habaneros quisieron llevarse la pregunta escrita de mi hijo como recuerdo y, más allá de lo hilarante de la situación, al chico habría que felicitarlo. En primer lugar había demostrado que en la escuela se hablaba de historia fuera de las aulas, pero además resulta encomiable el hecho de que no se conformó con mencionar virtudes del heroico guerrillero, quiso ser más específico y citar un determinado hecho, admira también el despliegue de recursos nemotécnicos que en segundos revolucionó su cabecita de siete años en aras de recordar el nombre de la batalla citada.
Como se dice en buen cubano solo falló por un pelín porque, a fin de cuentas… ¿quiénes pían más alegremente en este mundo? Los pollitos...