lunes, 27 de junio de 2016

Esencias de una mujer y su ciudad

Vuelvo en mi desván a compartir el espacio con seres bien espirituales. Se trata de una amiga filóloga de profesión y escritora de vocación. Hace poco caminó por Las Tunas, después de la lluvia, y en el intento de captar el alma de su ciudad terminó reflejando la suya. Valoren ustedes, mis lectores, este material de la colega Tahaní Martínez Rivero... espero que lo disfruten como lo hice yo.

LA PAZ DEL AGUA




El jueves después de la lluvia caminé tranquila por la ciudad y disfruté de esa gentileza  que queda en el aire  tras un buen aguacero. Avancé pensando en los sueños que tiene una de conocer grandes ciudades, ciudades famosas, de ensueño, y sin embargo, tal vez, no es capaz de ver y entender los detalles que adornan las calles qua uno transita, a menudo, desde niña. Me detuve en el parque Maceo, en los árboles, en los monumentos, en los faroles, en los bancos, en las flores desgajadas rutilando en el agua.
Vi cómo la vida continúa maravillosa  después de la paz del agua, los muchachos jugando futbol ya refrescados, la novia  buscando al novio en el ciberespacio, la algazara de un grupo tratando de arreglar al mundo, más allá mi amiga entrañable con su hijo, un amigo de mi hijo al paso con su padre, floreciendo la opuntia brava, conviviendo flores y espinas. Me sentí respirar tranquila y le di gracias a Dios por hacerme ver la gracia cotidiana.
En la Plaza Cultural me recibieron unas palomas que confirmaron el tono apacible de la tarde, la magia de mi ciudad, sus losas sedientas y agradecidas, su magnanimidad. Con mis ojos miopes, movidos solo por la curiosidad, seguí haciendo fotos con mi celular. Son fotos sencillas sin información consabida de fotografía, no son para ser evaluadas, para impresionar, son para detenerse en nuestra ciudad y amarla.
De momento me asaltaba el susto de mis gestiones pendientes y me preguntaba sobre mi tiempo, mis hijos y mi madre esperándome en casa, pero el ambiente me embriagaba, me llevaba, me detenía. Y es que es necesario detenerse para acercarse al alma secreta de los lugares, las personas,  de ciertos detalles que constituyen la gloria de un solo día. Nuestra ciudad en los últimos años ha sido muy remozada y aún queda mucho por hacer todavía pero es hermoso y vital reinterpretarla después de la paz del agua.