Mi hijo transita por los
años de la adolescencia y, ante cada desafío educativo que -cual gigante- se
planta a menudo delante de mí, suelo refugiarme en el recuerdo tierno de
algunas anécdotas divertidas protagonizadas por mi unigénito en un pasado
todavía reciente.
Una de ellas tiene que ver
con la enseñanza de la historia. Resulta que llegó a su escuela una de las
llamadas visitas de la nacional o del nivel central, como también jocosamente
se nombra en provincias a las inspecciones de las instancias habaneras de
cualquier sector.
La comitiva evaluadora se
presentó en el aula de segundo grado de mi niño y entregó papelitos para una sencilla
comprobación. Verificarían algunos conocimientos básicos de los pequeños en
torno a héroes de la patria, toda vez que en el primer ciclo de primaria aún no
se imparte la asignatura de Historia de Cuba.
Concretamente los
estudiantes debían escribir dos oraciones sobre el Che. Los alumnos pusieron
manos a la obra y en medio del silencio mi hijo levantó la mano y desinhibido,
como era en esa época, preguntó:
-
Maestra ¿cómo se escribe pollo?
Su profesora, robusta
docente de más de treinta años de experiencia, picada por la curiosidad y
evidentemente un tanto molesta le espetó en voz alta:
-
Pollo se escribe con doble L… pero, a ver
Eduardo, léeme ahí tu oración ¿se puede saber que estás poniendo sobre pollo en
algo acerca del Che?
Ni corto ni perezoso el interpelado
leyó:
-
El Che peleó valientemente en el Combate de
Pollito.
La maestra rio
estrepitosamente. Al instante había comprendido lo que sucedía y de inmediato
lo explicó a la visita. La semana anterior se había hablado en el matutino del
combate de Alegría de Pío. Entonces la carcajada fue general.
Los educadores habaneros
quisieron llevarse la pregunta escrita de mi hijo como recuerdo y, más allá de
lo hilarante de la situación, al chico habría que felicitarlo. En primer lugar
había demostrado que en la escuela se hablaba de historia fuera de las aulas,
pero además resulta encomiable el hecho de que no se conformó con mencionar
virtudes del heroico guerrillero, quiso ser más específico y citar un
determinado hecho, admira también el despliegue de recursos nemotécnicos que en
segundos revolucionó su cabecita de siete años en aras de recordar el nombre de
la batalla citada.
Como se dice en buen
cubano solo falló por un pelín porque, a fin de cuentas… ¿quiénes pían más
alegremente en este mundo? Los pollitos...