Otra vez vuelvo a cobijar en mi desván a amig@s que tratan temas entrañables. Se trata ahora de una joven que cursa el 3er año de Periodismo en la Universidad de Matanzas. Su nombre es Lianny Díaz Fundora y todos le dicen Lola. Ella fue premiada en el apartado de estudiantes en el Festival Nacional de la Crónica "Miguel Ángel de la Torre", que cada año tiene lugar en Cienfuegos. Sin más preámbulos les regalo el fruto de la inspiración de Lola y su Amor a prueba de olvidos.
“A veces lo más bello de la vida no es
lo más bello: es lo que más se ama. Si después sopló el frío en esa llama lo
más bello es aquello que se olvida”.
José
A. Buesa
Con cada mañana nace un nuevo día, y
con cada día una esperanza, esa con la
que Marta despierta a diario: que hoy, Orestes, quien ha sido su esposo durante
medio siglo, la recuerde.
Él padece de Alzheimer. Cuando empezó
a manifestar los síntomas de la enfermedad, el primer nombre que olvidó fue el
de ella, y tenía que escribirlo en su caja de cigarros para poder recordarlo. Luego
fue olvidando poco a poco el de todos.
Marta comienza con la salida del sol
una larga faena. Trata de hallar en los
ojos de su amado, nublados de distancia, el recuerdo de aquellos días en que
fueron felices, aquellos en los que una
flor y un beso eran el mejor regalo.
Se esmera en prepararle el baño
matutino y en echarle bastante azúcar al café para que esté como a él le gusta.
Transcurre la mañana entre en un constante ir y venir del cuarto a la cocina. Mientras
termina el almuerzo, se inquieta al pensar que pudiera necesitarla mientras no
está.
A veces, se le ve contemplando una
foto de los dos, colgada en una pared del hogar, porque su casa es un almacén
de recuerdos. En esos instantes aflora una escurridiza lágrima por su mejilla,
y al unísono, se dibuja en sus labios una sonrisa porque se siente dichosa de saberlo
suyo.
Porque abuela está segura de que a
pesar del olvido de su compañero, él la sigue queriendo lo mismo o más que
aquella mañana de abril en que juraron que su unión sería para siempre.
Llega la noche y Marta siente en su interior
que nada ha sido en vano. Sigilosa, llega al cuarto, donde siempre han
descansado juntos, lo mira y lo besa en la frente. Tiene la certeza que su amor
ha crecido con cada prueba. Entonces, se acerca más a Orestes lo aprisiona entre
sus brazos y le susurra al oído: ¡te quiero!
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